Las cosas a la distancia se ven mucho mejor de lo que eran, será que nos gusta idealizar aquello que ya no tenemos? Todo parece más brilloso, más feliz, más divertido, somos como a un nene al que otro le saca aquel juguete que tenía olvidado en un rincón del cajón, entonces y sólo entonces recuerda cuanto lo quería y cuanto se divertía con él.
Es así, no es divertido lo servido, por más de plata que sea la bandeja, sino aquello que se nos niega, lo prohibido, inalcanzable; el reto, el juego acercar lo lejano, el sabor hipnotizante de la victoria, no el del premio.
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