Quemarme el primer día de clases con aceite hirviendo desde una sartén desnivelada porque mi hermano me mandó a calentar la comida, tener que ir al instituto de quemados y que un doctor ortiva que no sólo debió haber tenido un mal día, sino una mala semana y que me hiciera una venda precaria y me mandara a reposar por una semana. Pasarme los siguientes dos días de clase en mi casa tirada en la cama con el pie arriba de una almohada tratando de encontrar entretenimiento. Perderme la primera fiesta del año (!), que esperaba con ansias hace practicamente un mes y con ella, el asadito post fiesta en la casa de Olivia (tener el cuenta el mal humor con el que cargue por lo mismo todos los días del padecimiento). No poder ni levantarme para ir al baño sin que mi querida y para nada neurótica madre eleve su voz a los vientos para mandarme de nuevo a acostar no sin antes recordarme que NO ME PUEDO MOVER.


Otra c l a r a señal del universo que confirma lo obvio y siguiente:

"Sos una tarada y te odio."